04 abril, 2011

Insomnia.

[...]


Tras la enésima vuelta, Álex encendió la luz. Miró el móvil: las 2 de la mañana. 
Puso los pies en el suelo. Estaba frío, y eso le reconfortó. Se levantó a por un vaso de agua, encendió el portátil y volvió con él a la cama.
Estuvo frente al documento en blanco aproximadamente 10 minutos, sin saber muy bien qué escribir. Eran tantos y tan contradictorios los pensamientos que le estaban atormentando aquella noche, que no conseguía poner ni uno sólo en orden.


"Me gusta cuando me llamas amor. Me hace sentir especial. Esas noches somos sólo tú y yo y el frío y las estrellas. Paseamos, charlamos y reímos, gritamos y jugamos a desvariar y sabemos que pase lo que pase siempre nos quedarán esos momentos breves de locura en aquel lugar donde no nos encuentra nadie. Y me abrazas y me llamas peque, y haces ese sonidito tan gracioso que me gusta escuchar porque sé que significa que estás cómodo, que estás feliz de estar aquí conmigo, que me echas de menos. Y nos cogemos de la mano y paseamos con la naturalidad que nos dan tantos años juntos, disfrutando del sol y de los minutos que pasan, haciéndonos sonreír o hablando de ángeles, demonios, miedos y demás cosas tristes. Y todo fluye porque somos tú y yo y nos conocemos, bailamos la misma rutina día a día, encontrándonos en el café o sonriéndonos entre los apuntes, compartiendo el almuerzo o la merienda o una cerveza. Y disfrutamos de nuestros silencios porque no tenemos nada que decir, porque los compartimos, porque los dos lo sabemos y no hace falta discutirlo. Me dices que me afeite y yo te pregunto si me ves guapo, y me contestas que sí, pero que me afeite, y yo no te hago caso la mayoría de las veces. Y cada noche me dejas. Y cada mañana tengo que esperarte. Y a veces te enfadas cuando desaparezco, a pesar de que comprendes que hay momentos en los que tengo que estar solo, y aceptas que no quiera hablar de ello, pero aún así siempre me preguntas, y aún así nunca te contesto. Y te saco de tus casillas porque sabes que te entiendo. Y por eso me dejas entrar, y me quieres tanto que no querrías estar sin mí. Aunque te gane a las cartas o a la consola y no me quieras hablar el resto de la tarde. O aunque te llame a medianoche para dar un paseo por Granada. Y porque sabes que me llamas y en cinco minutos estoy en tu casa, y suelo decirte que sí cuando me propones cualquier plan espontáneo. Y te he escuchado llorar y reir, a veces incluso las dos a la vez, porque sabes que yo soy así de raro para consolarte. Y por eso sigues ahí y yo sigo aquí y somos uno, o dos, o más. 
Somos familia.
Y porque no me sujetas cuando me ves correr de cabeza contra la pared, ni me regañas cuando vuelvo con un chichón, ni me impides que vuelva a hacerlo una y otra vez. Tú mejor que nadie sabes que soy así, y que no puedo cambiar. No se jugar a medias.
Y duele. Pero siempre puedo volver a ti. Porque tu eres el colchón que amortigua cada una de mis caídas y que impulsa cada una de mis alegrías."


Apuró el vaso de agua, llamó RUBÉN al documento y lo eliminó. Se volvió a meter en la cama, y a los 5 minutos ya estaba dormido.


[...]"

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