13 noviembre, 2011

Take Care of Yourself.

Hoy ha sido un día intenso. Interesante.

Mi pequeña gran Mami negrita está por fin en camino para cruzar el gran charco Atlántico. No consigo ponerme triste a pesar de haberme despedido de ti. No me ha sabido en absoluto como una despedida. A pesar de que estabas tú, nosotros, tus maletones, tus papis, una estación de autobuses... Pero aún así ha sido más como un hasta muy pronto. Estaba muy feliz y muy orgulloso de ti. Te marchas para construirte una vida y un futuro mejor. Eres la más adulta de todos nosotros, y la más valiente sin duda. Mañana a estas horas llegarás a un país donde que te va a acoger con los brazos abiertos no sólo porque estará allí el tite Claudio para que todo sea más fácil, sino porque lo llevas en lo más profundo de tu sangre y cierta parte de ti pertenece a él. Sólo cierta parte, pequeñita. El resto de tus raíces nos las quedamos aquí, Pedro y Lola; Ro, Nati, Pili y yo y todos los demás que esperamos que algún día, pronto, vuelvas para contarnos lo bien que todo va a ir.


Cuídate mucho Mami! Disfruta cada segundo. Olvida todo lo que dejaste atrás. Pon punto final a todas esas historias, acabadas o no. Allí ya no te pueden seguir. Y ve abriendo camino, porque como las cosas sigan así por aquí, en algún momento los que nos quedamos tendremos que buscar un sitio para donde tirar.

Y ya que no lo he hecho ni por FB ni Tuenti ni Twiter, voy a dejarle a mi pequeñajo mi ciber-felicitación de cumpleaños por aquí: Muchas Felicidades mi niño! Ha sido un día genial. Gracias por habernos reunido (me he sentido totalmente en familia), por la comida, por el postre (bueno, por el postre le damos las gracias a Manu jajaja, riquísima la tarta Manu!), por los besos en la cocina y (para no enrollarme más, y resumiendo) por todos y cada uno de los días que pasamos juntos, porque, a su modo, todos terminan siendo especiales. Te quiero mucho.

11 noviembre, 2011

Morning Lights.

Una nueva mañana. Un nuevo amanecer sorprende a Álex sentado en la terraza, envuelto en su manta. Sostiene la taza de café a la altura de sus ojos, y contempla el horizonte a través del vapor que sale de ella. Las últimas luces de la ciudad, los primeros rayos de Sol, el cielo vestido de fuego y ceniza. Una madrugada más.

Deja la taza en el suelo. También las gafas. Se levanta y deja caer la manta. Sonríe al nuevo día con tristeza, y se despereza. Este momento se ha convertido en nuestro ritual diario, un momento de silencio y de calma.

Su mirada se pierde a lo lejos mientras yo me pierdo en sus ojos sin que él se dé cuenta. Sé en quién está pensando.

- Es hora de vestirse. Vamos a llegar tarde a trabajar. - le digo.

Asiente, y le sigo con la mirada mientras entra a casa rascándose la cabeza.