20 julio, 2011

Put your records on.

Acabo de dejar mi taza de café encima del escritorio. Me parece estúpido estar escribiendo sobre esto, pero me he puesto a pensar, y me he dado cuenta de que no me gusta especialmente el café, sino ese no se qué rutinario, familiar, que tiene. El ver a mi madre con su café de por la mañana y el de después de comer desde que tengo uso de razón. Recordar a mi abuela montando una cafetera del tamaño de un tanque pequeño cualquier dia después de comer. Es el olor de domingos por la tarde de la infancia, de mañanas de aceituna y, más recientemente, de época de exámenes, mañanas en la facultad y en la biblioteca o tardes de lluvia en el Desafinados. Las mas largas conversaciones, las risas compartidas, los problemas más amargos, las viejas amistades… todas ellas tienen su propio sabor a café.

El café me sabe a compañía, a familia y a amigos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario